
En estos días difíciles que nos toca vivir, en los que tenemos que enfrentarnos a contra muchas maneras de pensar que son incorrectas, creencias que denigran atacan la dignidad humana, y atentan también contra la dignidad de la mujer.
Tenemos que luchar contra la mediocridad de hombres que no tienen la suficiente fibra moral para asumir su responsabilidad de tener hijos, sin medir las consecuencias, sólo buscando unos minutos de pasión hormonal y satisfacer su excesiva lujuria, para luego escapar cobardemente, dejando niños y madres desprovistas.
En estos momentos, cuando muchos “hombres” piensan que ser más hombres es ser menos mujer o menos femeninos, como si el serlo fuera una desventaja, ignorando completamente que ser más hombre es ser menos niño o ser menos infantil y más maduro, y que ser mujer es tener un título delante de Dios.
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Muchas mujeres han enfrentado y tienen que enfrentar muchos obstáculos, tienen que abrirse paso en medio del dolor y la hostilidad, y muchas veces terminan heridas.
Heridas debido a que en su intento de salir al frente, decidieron involuntariamente competir con los hombres, perdiendo así parte de su esencia y feminidad.
Otras tal vez porque se vieron en la obligación de cargar en sus hombros con responsabilidades que un hombre no quiso asumir.
Otras tantas golpeadas por sus propias culturas, discriminadas por sus sociedades, explotadas y abusadas por leyes y creencias, golpeadas duramente por religiones que creen hacer lo correcto, pero no les interesa escuchar la opinión del Dios verdadero.
A propósito… ¿Qué piensa Dios de todo esto…?
En medio de este oscuro panorama podemos ver que empieza a resplandecer una luz, ¡Sí!…
El está a punto de emitir su opinión…
Levantará su voz como trueno, dará su parecer que devastará a los hombres, las leyes, las culturas y las religiones.
Él se levanta poderoso, para proteger y defender a sus hijas, para premiarlas y recompensarlas, para hacer relucir a sus seres más frágiles (1 Pedro 3, 7), para poner en alto su más hermosa creación.
“No he hablado yo a mujer a lo largo de la historia, no he enviado salvación y soluciones a la Tierra a través de ellas, no han salvado ellas naciones enteras…”
¡Es cierto! ¡Así lo has hecho!
Dios le hablo a Rebeca, y no a Isaac, acerca del plan que tenía para sus hijos (Génesis 25, 23).
Dios utilizó a mujeres valientes para salvar la vida de niños hebreos en Egipto (Éxodo 1, 15-21).
Otra mujer arriesgo su propia vida, para poner a salvo la vida de su hijo, quién después salvaría la vida de todo Israel (Éxodo 2, 1).
Dios uso a Rajab a pesar de ser prostituta. Ella creyó que Yahvé era el verdadero Dios, aunque ella no era israelita y colaboró con el plan de Dios (Josué 2, 8).
Dios finalmente la honro colocando su nombre en la galería de los héroes de la fe (Hebreos 11, 31).
Dios le hablo a la mujer de Manoaj, no a Manoaj, acerca de que tendría un hijo que salvaría a Israel (Jueces 13, 1 -7), el hombre pidió a Dios que les hablara de nuevo, y adivinen que…
Al parecer Dios no quiso aparecerse al hombre, y se mostro nuevamente a la mujer (Jueces 13, 8-9).
Dios salvo todo una nación a través de Ester (Libro de Ester).
Dios envió a su hijo al mundo, y para esto pidió el servicio de una gran mujer: María (Lucas 1, 26).
Al parecer Dios a elegido a muchas mujeres para llevar a cabo su plan.
Entonces comienza el cuestionamiento…
¿Qué de las mujeres que no tuvieron tanta “suerte”?
¿Qué de las mujeres que sufren?
¿Qué de las que fueron abusadas, discriminadas y abandonadas?
¿Qué de las mujeres que jamás recibieron amor ni afecto?
¿Qué de aquellas que esperaban una oportunidad y no la tuvieron?
¿Qué de las que han llegado a pensar “porque tuve que ser mujer”?
¿Qué de ti…?
¡Hay buenas noticias!
¡Jesús vino a llevarse tu dolor!
En el evangelio de Lucas hay una historia que tal vez sea la tuya:
“Estaba un sábado (Jesús) enseñando en una sinagoga. Había allí una mujer a la que un espíritu tenía enferma hacía 18 años; estaba encorvada y no podía en modo alguno enderezarse” (Lucas 13, 10-11)
Probablemente tu cuerpo no es el que esta encorvado, como el de esta mujer, pero tal vez en un sentido más profundo, no puedes siquiera levantar la cabeza o andar con la frente en alto.
Mucho tiempo has soportado cargas que Dios no puso allí, y que el diablo se encargo de hacerte llevar.
Ahora solo miras hacia abajo, caminas lento y no esperas que alguien se fije en ti. Tantos años de enfermedad se han llevado tu capacidad de soñar.
Estás encorvada, tantos golpes de la vida te impiden ver más alto.
Te han despreciado tanto que para ti no existe ya alguna humillación no sufrida, te ignoraron tanto que eres indiferente contigo misma, te da lo mismo morir, porque ni siquiera tienes la más leve sensación de estar viviendo…
Es más, lo has intentado todo, poniendo toda tu voluntad y esfuerzo, has intentado levantarte, has intentado enderezarte, y no puedes. Has buscado ayuda en miles de lugares, sin embargo, parece no haber solución… parece que “…estás encorvada y no puedes en modo alguno enderezarte” (Lucas 13, 11)
Casi por veinte años solo has recibido rechazo, claro tu cuerpo esta deforme, o tu alma demasiado maltrecha. Dieciocho años enferma, jorobada. Los niños se asustan al verla huyen a refugiarse en sus madres. Ehh… ¿madre?
¿Eras una quizá? ¿Quizá esa deformidad de tu cuerpo fue por el golpe de un marido que no supo ser hombre?, ¿O tu dolor fue causado por tus hijos tal vez?
Y cuando esperas terminar tu vida así, jorobada, enferma, lastimada, sin esperanzas; de pronto otro hombre se fija en ti…
“Al verla, Jesús…” (Lucas 13, 12)
¡Jesús la vio!
Ahora mismo ¡Jesús te está mirando!
El te ve lleno de amor, y sus ojos te dicen: “Yo no te hice así, tú no eres así”
El te ve con ternura y piensa que no mereces estar así, y él ni soporta verte herida, y en su interior susurra: “¡Diablo vas a pagar caro por lo que has hecho!”
“Al verla Jesús la llamo y le dijo: ‘Mujer, quedas libe de tu enfermedad.’ Y le impuso las manos. Y al instante se enderezó y glorificaba a Dios” (Lucas 13, 12-13)
Jesús te dice primero quién eres: ¡Mujer!
Probablemente lo habías olvidado, te sentías poco más que un objeto, pero ahora escuchas su fuerte y tierna voz que te hace sentir lo que en realidad eres: ¡Mujer!
Mujer eres libre.
Escucha su voz y siente sus manos en tu cabeza y tu rostro: “Mujer quedas libre” te dice.
Y aunque no lo crees, se terminó. Aquello que pensabas sería para siempre, ahora se terminó para siempre. ¡Él lo hizo!
Él levanta tu cabeza y se lleva tu dolor, ahora ves hacia arriba, ahora vuelves a soñar, ahora puedes ser feliz, estás alegre. Sientes nuevamente ganas de vivir, sientes otra vez alegría…
La alegría de ser única.
La alegría de ser bella.
La alegría de ser quién eres.
La alegría de ser como el te hizo…
¡Alegría de ser Mujer!
Tenemos que luchar contra la mediocridad de hombres que no tienen la suficiente fibra moral para asumir su responsabilidad de tener hijos, sin medir las consecuencias, sólo buscando unos minutos de pasión hormonal y satisfacer su excesiva lujuria, para luego escapar cobardemente, dejando niños y madres desprovistas.
En estos momentos, cuando muchos “hombres” piensan que ser más hombres es ser menos mujer o menos femeninos, como si el serlo fuera una desventaja, ignorando completamente que ser más hombre es ser menos niño o ser menos infantil y más maduro, y que ser mujer es tener un título delante de Dios.
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Muchas mujeres han enfrentado y tienen que enfrentar muchos obstáculos, tienen que abrirse paso en medio del dolor y la hostilidad, y muchas veces terminan heridas.
Heridas debido a que en su intento de salir al frente, decidieron involuntariamente competir con los hombres, perdiendo así parte de su esencia y feminidad.
Otras tal vez porque se vieron en la obligación de cargar en sus hombros con responsabilidades que un hombre no quiso asumir.
Otras tantas golpeadas por sus propias culturas, discriminadas por sus sociedades, explotadas y abusadas por leyes y creencias, golpeadas duramente por religiones que creen hacer lo correcto, pero no les interesa escuchar la opinión del Dios verdadero.
A propósito… ¿Qué piensa Dios de todo esto…?
En medio de este oscuro panorama podemos ver que empieza a resplandecer una luz, ¡Sí!…
El está a punto de emitir su opinión…
Levantará su voz como trueno, dará su parecer que devastará a los hombres, las leyes, las culturas y las religiones.
Él se levanta poderoso, para proteger y defender a sus hijas, para premiarlas y recompensarlas, para hacer relucir a sus seres más frágiles (1 Pedro 3, 7), para poner en alto su más hermosa creación.
“No he hablado yo a mujer a lo largo de la historia, no he enviado salvación y soluciones a la Tierra a través de ellas, no han salvado ellas naciones enteras…”
¡Es cierto! ¡Así lo has hecho!
Dios le hablo a Rebeca, y no a Isaac, acerca del plan que tenía para sus hijos (Génesis 25, 23).
Dios utilizó a mujeres valientes para salvar la vida de niños hebreos en Egipto (Éxodo 1, 15-21).
Otra mujer arriesgo su propia vida, para poner a salvo la vida de su hijo, quién después salvaría la vida de todo Israel (Éxodo 2, 1).
Dios uso a Rajab a pesar de ser prostituta. Ella creyó que Yahvé era el verdadero Dios, aunque ella no era israelita y colaboró con el plan de Dios (Josué 2, 8).
Dios finalmente la honro colocando su nombre en la galería de los héroes de la fe (Hebreos 11, 31).
Dios le hablo a la mujer de Manoaj, no a Manoaj, acerca de que tendría un hijo que salvaría a Israel (Jueces 13, 1 -7), el hombre pidió a Dios que les hablara de nuevo, y adivinen que…
Al parecer Dios no quiso aparecerse al hombre, y se mostro nuevamente a la mujer (Jueces 13, 8-9).
Dios salvo todo una nación a través de Ester (Libro de Ester).
Dios envió a su hijo al mundo, y para esto pidió el servicio de una gran mujer: María (Lucas 1, 26).
Al parecer Dios a elegido a muchas mujeres para llevar a cabo su plan.
Entonces comienza el cuestionamiento…
¿Qué de las mujeres que no tuvieron tanta “suerte”?
¿Qué de las mujeres que sufren?
¿Qué de las que fueron abusadas, discriminadas y abandonadas?
¿Qué de las mujeres que jamás recibieron amor ni afecto?
¿Qué de aquellas que esperaban una oportunidad y no la tuvieron?
¿Qué de las que han llegado a pensar “porque tuve que ser mujer”?
¿Qué de ti…?
¡Hay buenas noticias!
¡Jesús vino a llevarse tu dolor!
En el evangelio de Lucas hay una historia que tal vez sea la tuya:
“Estaba un sábado (Jesús) enseñando en una sinagoga. Había allí una mujer a la que un espíritu tenía enferma hacía 18 años; estaba encorvada y no podía en modo alguno enderezarse” (Lucas 13, 10-11)
Probablemente tu cuerpo no es el que esta encorvado, como el de esta mujer, pero tal vez en un sentido más profundo, no puedes siquiera levantar la cabeza o andar con la frente en alto.
Mucho tiempo has soportado cargas que Dios no puso allí, y que el diablo se encargo de hacerte llevar.
Ahora solo miras hacia abajo, caminas lento y no esperas que alguien se fije en ti. Tantos años de enfermedad se han llevado tu capacidad de soñar.
Estás encorvada, tantos golpes de la vida te impiden ver más alto.
Te han despreciado tanto que para ti no existe ya alguna humillación no sufrida, te ignoraron tanto que eres indiferente contigo misma, te da lo mismo morir, porque ni siquiera tienes la más leve sensación de estar viviendo…
Es más, lo has intentado todo, poniendo toda tu voluntad y esfuerzo, has intentado levantarte, has intentado enderezarte, y no puedes. Has buscado ayuda en miles de lugares, sin embargo, parece no haber solución… parece que “…estás encorvada y no puedes en modo alguno enderezarte” (Lucas 13, 11)
Casi por veinte años solo has recibido rechazo, claro tu cuerpo esta deforme, o tu alma demasiado maltrecha. Dieciocho años enferma, jorobada. Los niños se asustan al verla huyen a refugiarse en sus madres. Ehh… ¿madre?
¿Eras una quizá? ¿Quizá esa deformidad de tu cuerpo fue por el golpe de un marido que no supo ser hombre?, ¿O tu dolor fue causado por tus hijos tal vez?
Y cuando esperas terminar tu vida así, jorobada, enferma, lastimada, sin esperanzas; de pronto otro hombre se fija en ti…
“Al verla, Jesús…” (Lucas 13, 12)
¡Jesús la vio!
Ahora mismo ¡Jesús te está mirando!
El te ve lleno de amor, y sus ojos te dicen: “Yo no te hice así, tú no eres así”
El te ve con ternura y piensa que no mereces estar así, y él ni soporta verte herida, y en su interior susurra: “¡Diablo vas a pagar caro por lo que has hecho!”
“Al verla Jesús la llamo y le dijo: ‘Mujer, quedas libe de tu enfermedad.’ Y le impuso las manos. Y al instante se enderezó y glorificaba a Dios” (Lucas 13, 12-13)
Jesús te dice primero quién eres: ¡Mujer!
Probablemente lo habías olvidado, te sentías poco más que un objeto, pero ahora escuchas su fuerte y tierna voz que te hace sentir lo que en realidad eres: ¡Mujer!
Mujer eres libre.
Escucha su voz y siente sus manos en tu cabeza y tu rostro: “Mujer quedas libre” te dice.
Y aunque no lo crees, se terminó. Aquello que pensabas sería para siempre, ahora se terminó para siempre. ¡Él lo hizo!
Él levanta tu cabeza y se lleva tu dolor, ahora ves hacia arriba, ahora vuelves a soñar, ahora puedes ser feliz, estás alegre. Sientes nuevamente ganas de vivir, sientes otra vez alegría…
La alegría de ser única.
La alegría de ser bella.
La alegría de ser quién eres.
La alegría de ser como el te hizo…
¡Alegría de ser Mujer!
4 comentarios:
me parec mui xvr too lo q c publica aki yaq toos necesitan saver cuan important s concr a DIOS
muy buen artículo; por mucho tiempo fortalezas se levantaron en mi mente que me impedían avanzar, y ahora gracias al amor de Dios sé de lo que puedo ser capaz y dónde Dios quiere que esté.
Mui xvr ...
... sigue asi Abraham!...
....vas a iegar lejos ;)
muchas gracias, es todo lo que necesitaba para terminar de convencerme de que no importa lo que haya hecho antes, siempre y cuando mi nueva decisión fuese seguir a Dios y cumplir con sus deseos... Bendiciones
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